La tierra ostenta una poderosa morfología,
disociada, a veces, del verdadero sentido
de aquella marca tatuada en su centro.
Y no hace falta ser bisílabo
para devorarse como fierecilla
en la inmediatez de su dureza.
El agua se devora a sí misma
como una conjunción animal
similar al esbozo de las amígdalas.
Nos dijeron que los elementos
estaban dados por oposición
a las pretensiones de lo escrito.
Y sin embargo, lo teníamos todo:
un lexema
un morfema
(Copulando con el zig zag de los silencios)
1 comentario:
o tal vez
la alegoría de la represa*
(*)Eco, Umberto.1976. Tratado de semiótica general.
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