Los anfibios arman sus refugios con pequeños trozos: restos de materiales nobles; a veces ermitaños, otras, revolucionarios. (Recortes del silencio, esferas de lo probable).
Su urdiembre es un arte separado, extenso, infinito; cegado a ratos por un delirio estacional que les palpita como expresión genuina de sus adobos.
Cuando el lecho está cubierto de máscaras y piedrecitas finas, la hembra sucumbe al barniz oleoso del porqué. Entonces, la sonrisa del macho trasciende cualquier explicación posible.
8 de marzo de 2008
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