17 de marzo de 2008

Durmiente en la ternura. (Tengo una foto del gato de Klimt)


Anoche me puse a pensar
que "El beso"
es uno de mis cuadros favoritos
y no me importaría
ser tildada de kitsh
por obtener una reproducción barata
en las tiendas para enamorados convencionales.

No es el gesto
ni la postura de la boca,
sino la manera
en que los trazos se amalgaman;
como si en el lienzo
los amantes ya fueran
a extraviarse
desde sus porciones mitológicas
disueltas en aquella infusión
entibiada para los quisiera.

El gato de Klimt
tiene un parecido contigo;
no en su fisonomía,
sino en el ademán de amigo imaginario
que sube a perderse
en las copas de los árboles
y desciende después de la lluvia
con su cara de nutria;
la longitud del bigote dispuesta al equilibrio
y un par de tisanas etílicas
heredadas por los yerbateros
que ya conocían
sus cualidades amatorias.

(La destilación de los cuerpos
está acentuada por su capacidad
de vibrarse mutuamente en el reposo)

Todo es un preámbulo
al mosaico de las ornamentas
y su alegoría de superficies pictóricas
enredadas en el beneplácito de los pliegues.

Hay en la amalgama
una comunión fronteriza.
(Tengo una foto del gato de Klimt)

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