9 de julio de 2008

Mi dislexia es no entender el origen de tu episteme; situarlo lejos de la armadura que te desarma. Así, tal cual: El hierro de tu hecatombe simula riesgos oxidados y ese saber; esa causa descrita renace en el sello de tu oído; tan impecablemente dispuesto para el nado, la excusa, el ser inabarcable de tu higiene, la pulcritud, la b de difumina o el aprendizaje de tu idioma.

Tan bifurcado el sueño, que la cautiva me parece ilusoria, acariciando ferozmente su panza y risueña, anonadada, semiótica.

Dime cómo comienza la mitad de tu sílaba
Enséñame sobre la carne que muerde que rasga sella

Háblame sobre las consecuencias globales de la caza
mientras pienso en Rimbaud
y su ojo marchito.

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