23 de julio de 2008

Carta astral

Cuando te dije que Cáncer era el signo de lo materno, respondiste agua; tan aferrado a la nomadía del vértigo, que era posible advertir aquel gesto de mantarraya en tu pupila y ese recoveco grácil de quien ansía una hecatombe uterina acompasada por la pacífica fluidez de mis entrañas.

Tú, como las palabras
braceaste de orilla a orilla,
y al enclavar tus aspas en la prehistoria de mi tejido,
acentuaste los escalofríos
con aquella lengua colonizadora
del viajero que no teme
ser tildado de foráneo.

Al decir "Cáncer" escribí relámpagos en tu espalda. Añadiste el trópico como un referente igualmente válido para consolidar nuestra astrología; y así, sucesivamente, porque de pronto se me agotaron los adjetivos y no fuimos más que escaleras bajo una intemperie soñada. Tan acuosa, prístina y homogénea que aquél hilo con que me fregabas el lomo espantó cualquier amago de maleficio.

1 comentario:

yo dijo...

la prehistoria de mi tejido