En su estado primigenio, la larva tiñó sus agallas con el velo impreciso de la evolución; ruptura celeste o humedad cutánea avalada por su metamorfosis. Escuchó la señalada una esquirla en mitad del lagrimal, convenciéndose de la trizadura de sus bordes. Hubo un momento para aunar las cloacas y los esfínteres. Muy a menudo se presentó al acecho de animalitos menores y pequeñas plantas, aunque la larva estaba para otras cosas. Exceptuando las branquias y el dimorfismo sexual, todo en ella se resolvía como un claro silencio frente al reproche. Agazapada en la mirilla, antecedió las respuestas ante posibles interrogaciones. Luego; un cuello, una vértebra, una boca. Más allá, el colmo de su espacio: su carencia; su secreto de anfibia.
1 comentario:
Házme un lugar en tu almohada,
junto a tu pecho me calmaré.
Házme un lugar en tu almohada,
para que duermas te cantaré.
Una canción de cuna,
un valsecito de Tacuarembó
te ira llevando en una nube
si no me duermo antes yo.
Hay un rincón de tu pelo
en el que yo me perfumaré.
Hay un rincón de tu pelo
sobre la almohada esperándome.
Una cascada azul
como la sombra de un jacarandá.
Me iré acercando a tu mejilla
para escucharte respirar.
(http://www.goear.com/listen.php?v=3281245)
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