La simulación nos oxidaba
el riesgo del roce.
Acumulábamos trasnoches
al placer de lo que se improvisa.
Mantuvimos un silencio
al costado de la almohada
y luego un pestañeo
nos devolvió la codicia.
Fue una esencia
demasiado extraña.
30 de abril de 2008
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1 comentario:
cuando hacer y amar
es casi lo mismo
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