23 de septiembre de 2008

Ámbar enrejado

Siempre seremos
animales frágiles
rodeando con las garras
el filoso lamento
de la noche.

Ternura

Perder es cuestión de tiempo.

Yo te quería

Y de golpe
me dijiste "basta".

.


22 de septiembre de 2008

Participio

Tú sabes
que si estuviéramos juntos
te besaría en la boca
y beberíamos té
con aroma a canela.

Sonreirías bastante.

Me recordarías,
quizás.

...

Ven
escucha y dime
si no es hermosa
la sordera.

°°°


.

- El pez de color está tan triste - dijo Delia mostrándole el bocal con piedritas y falsas vegetaciones.
Un pececillo rosa translúcido dormitaba con un acompasado movimiento de la boca. Su ojo frío miraba a Mario como una perla viva. Mario pensó en el ojo salado como una lágrima que resbalaría entre los dientes al mascarlo.
(Julio Cortázar. "Circe")

21 de septiembre de 2008

.

Elaborar un tilde
invisible para el nado.

Ornamentación del agua


Revistas antiguas, de principios de siglo

Siempre noctámbula, la Anfibia baila a merced del Carrusel. A veces galopa sobre caballitos con expresión de miedo. Otras, simplemente encima de la tarima, con las patitas colgando y una sonrisa penosa triunfante sobre el relámpago y el lagrimal.
Es cuando las luces parecieran detenerse, que el único Anfibio prodigioso en vectores y ecuaciones matemáticas le declara la (in)dependencia, tomándola por el costado para invitarla a girar en el próximo bis.
Ella lo mira como buscándole en la cara la solución al Teorema de Pitágoras, aunque él se encoge de hombros señalando la única ramita viva escondida en el laberinto de su pelo.
Entonces, ambos anfibios resbalan por los belfos y el relinchar de los equinos ensordece a la laguna, que duerme.

El secreto de Epifanía:

Cuando toda boca
en vez de hablar
se inclina silenciosamente
hacia la cúspide de sí misma.

Una hoja de trébol


-Y lo dejó para el Domingo-

Mencionar y escribir el verbo
antes y después
de habitarlo.

Osa Mayor

(Echar la red
y luego burlarse
del clima que hubo
en plena faena)

Divagación Neta

(Esta noche
pareciera que mi cuerpo
sonríe
como tu leprosería)

.


Filamento Menguado

Mi jinete sobre la luna tiene un espacio en mitad de la boca, y cuando habla, un silencio abrumador se confunde con el mundo, como si su confianza cabalgara serenamente sobre el césped que nos cubre el pubis.
Nuestras convesaciones forman figuras concéntricas en torno a la huidiza costumbre de asociar los actos a acontecimientos cuyo recuerdo aún no nos sucede.
Mi jinete sobre la luna difícilmente comprende los teoremas algebraicos, aunque se arriesga a pasar inadvertido entre el tumulto. Mi onomatopeya lo busca, transfigurando la abulia de sus manos quemadas y él cede. Abandona el manto plateado que le chorrea encima sus filamentos para abrazarme, húmedo todavía de esa palabra que sólo él conoce, pero que mencionamos ambos para untarnos de regocijo.
Mi jinete sobre la luna defiende el paréntesis como invención de los vertebrados. En cada taxonomía, subraya una porción del cuerpo, pues nuestros telares están bordados por grafemas sensibles al tacto.
Mi jinete sobre la luna tiene una nuez en mitad de la garganta; barquito que naufraga al oeste de mis aguas. Su proa serpentea para festejarnos con lágrimas de alcanfor que nos cubren de sosiego en la esperanza de volvernos útiles a este silabario que su madre nos otorga, dadivosa en plata y caminatas nocturnas.
Mi jinete sobre la luna dice que mis manos sellan un tatuaje a lo largo de su espalda, y que toda la anchura queda a merced de mis tendones, tan diestros en la lubricación de su tejido, que la musculatura del fuego nos alcanza.
La primera vez que nos vimos permanecimos silentes lo que el cuerpo nos alcanzara; hasta que estuvimos preparados para cabalgarnos en la melodiosa ternura de sus manchas.
Mi jinete sobre la luna bracea entre las palabras como un trapecista de gasa que envuelve los sufijos a la hora del escampe.
Fiel a su marea de caballo encabritado, respira hacia los espejos, y cuando el sol vuelve para reflejar el quehacer de su nodriza, él regresa como nunca, adormecido por una hilacha de maleza.

o


Posdata

El perfil de los animales muertos gotea sobre la casa. Sus cadáveres juegan con burbujas de agua y de pronto una mano, una risotada, un vientecito viene a contarnos del helecho que enfría cada rocío con su lengua de esporas reproduciéndose en los ojos de los sin casa, que tararean con mesura la melodía de los innombrables.
En la esquina del patio, los más pequeños se balancean dentro de la acequia. Pobrecitos cuerpos, entumecidos y asfixiados por la nostalgia. Ya les tocará mencionarse entre ellos con el apodo adecuado, o un silencio bajo la muela del juicio.
Los mayores marcan límites como si esta realidad y la otra se fusionaran en algún lamento de anfibio huacho que deambula por las estanterías en busca de abrelatas para el azúcar.
En hábiles cubitos disuelven nomeolvides, recordando siempre que los fantasmas prefieren un cuartito desierto, o un índice golpeándoles insistentemente el hombro.
La mesa está dispuesta para esa chorrera de algodones resbalosos que endulza sus hocicos de estampilla, cerrados a fuerza de confesión en el maletín que no los fuerza al sacrificio. Son las cartas el desparpajo a su conciencia: muda en el ejercicio de la redacción; pero tan lúcida si de gesticular se trata, pues ya con la pupila representan un "Querido esposo" y los dos puntos son marcados con sus orificios nasales.
Esto es señalética del tacto y negación del símbolo que dificulta la dispersión. Han leído tanto comido tanto bebido tanto que la imposibilidad de verse dispara en sus sienes la certeza infinita del pleno entusiasmo.
Agujereado el roce en la médula o el balcón, se observan gotear sobre las sábanas con su estatuto N.N oficiando el verbo.
Son animales convexos sitiados como apóstrofes en mitad de la sílaba, y sus cuerpitos verdosos acentúan la última A de ya se me olvidó lo que es el besar y sus aledaños. El amor no me dice nada.
Sonríen expuestos a la quietud del primer pacto. Elaboran salivas displicentes para sellar todo brote o mal manejo de correspondencia. Lo suyo es tentar al remitente fortuito de las cartas; invitarlo a comprender las intenciones del abecedario y mostrarle así las consecuencias de su adjetivación. La veracidad del acontecimiento será puesta en duda siempre y cuando el anónimo sonría, seguro y perplejo de la anatomía bajo el zinc.

17 de septiembre de 2008

Sentencia

Te amo es una frase que no supimos callar a tiempo.

S

14 de septiembre de 2008

Precipicio

- Gracias. Es hermosa
- Shhhhhhht
- Es como si me estuvieras leyendo
- ...
- No sé, de pronto...
- No
- ¿No?
- No lo sé. Esto sucede demasiado a menudo; tijeretazos o volteretas claroscuras; y luego tú...
- ¿Yo qué?
- Nada
- A estas alturas ya nos jodimos; pero me gusta. Es como si me estuvieras leyendo
- Leer no necesariamente nos conecta. Somos infiltrados con carita de gato, rasguñando las paredes con gestos
- Me pegaste el bostezo
- El bostezo es como la lepra: Cunde en el cuerpo despedazándonos los precipicios... ¿Por qué no me llamaste?
- A veces no te entiendo
- Si sé
- Pero es tan bonito...
- ¿Qué te dijeron?
- Y nada; lo mismo de siempre
- ...
- Bonito como el bostezo y su reflejo. ¿Soya?
- Sí. Soy sauce
- Sauce de pelito rojo y timbre de agua
- Gracias
- El mundo en una botella. ¿Vamos?
- Ya fuimos
- ¿Cuándo?
- Veinte segundos antes del arbolito amortajado en pausa
- Podemos volver a ir
- ¿Y qué le diremos al resto?
- Nada. No hay por qué explicar la manera en que nos fundimos con el fuego
- El fuego es cuestión de cada uno
- También el agua
- Anfibia
- Señor Pez
- Los peces somos animales crueles
- Eso te lo dije yo la primera vez que dejaste de hablarme
- Por suerte fui pez a tiempo. Desde el momento en que liberas la palabra, se prostituye como el gesto
- Depende
- ¿De qué?
- Nada, olvídalo
- ¿Que olvide qué?
- Esto
- Esto es demasiado íntimo demasiado junto demasiado lejos
- Será como tú quieras
- ¿Y cómo quieres tú que sea?
- De la forma menos dolorosa posible
- Cuéntame de una sola vez que conociste a alguien y no te metiste asustada bajo la cama
- No hay tiempo
- El tiempo es cuestión de cada uno
- Para mí no hay
- Estuve buscándote todos estos meses
- Yo siempre te esperé aquí
- Sí, pero a veces te me vuelves invisible
- ¿Azúcar?
- Es como si me estuvieras leyendo
- Dime algo que yo no sepa.

1 de septiembre de 2008

Ya no hay historias de amor

No existen.
Quedaron agazapadas
entre el desplazamiento de tu silueta
y el trauma post acústico del nado.

Ya no hay historias de amor.
(Sin embargo, la vida es una ternura inacabable)