21 de septiembre de 2008

Revistas antiguas, de principios de siglo

Siempre noctámbula, la Anfibia baila a merced del Carrusel. A veces galopa sobre caballitos con expresión de miedo. Otras, simplemente encima de la tarima, con las patitas colgando y una sonrisa penosa triunfante sobre el relámpago y el lagrimal.
Es cuando las luces parecieran detenerse, que el único Anfibio prodigioso en vectores y ecuaciones matemáticas le declara la (in)dependencia, tomándola por el costado para invitarla a girar en el próximo bis.
Ella lo mira como buscándole en la cara la solución al Teorema de Pitágoras, aunque él se encoge de hombros señalando la única ramita viva escondida en el laberinto de su pelo.
Entonces, ambos anfibios resbalan por los belfos y el relinchar de los equinos ensordece a la laguna, que duerme.

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