3 de agosto de 2008

Cruz del sur

Los anfibios bailan sobre romances de agua, imbuídos en el sonido de una gotera que les nace de las pestañas.
Aman el ritmo vertical, los laberintos del submundo marino, la manera en que la tierra va tiñéndoles las escamas suavizando su memoria, aplastándolos imperceptiblemente como un nombre que no existe.
Cuando un anfibio habla de deseo, su ceniza no es más que un golpe de ala; nostalgia nevando; lamparitas mágicas nihilistas y angustiosas.
Entonces, las anfibias sonríen y también bailan, incorporándose al murmullo de los idiomas por dentro.

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