23 de febrero de 2008

Señor Pez:

No es costumbre mía sumarme al traqueteo del tránsito. Si viajo, sucede únicamente cuando un cosquilleo me prolifera en la garganta; como cuando se me almidona la impaciencia de tocarlo, y usted de escabulle en la tibieza de mis yemas.

Bifurcan escollos como alas.

Serpentea su párpado el sueño.

Su desliz me marca un tatuaje de azúcar al borde del lóbulo.

Navegamos esta linealidad burlando las posibles formas.

Su boca dibuja figuras atentas a nuestro quehacer.

Yo no logro incorporarme a esta sed camuflada en su verosímil. Más bien avizoro una multiplicidad que me oscila en el cuello, fijándose a la resistencia de nuestro escapulario.

1 comentario:

seleccionaleatoria dijo...

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(y el azúcar me patina los dientes en las yemas, deslizándose como piedra)