26 de febrero de 2008

Amplexo

Mientras los dedos palmados del macho
se adhieren al cuerpo de la hembra
a través de callosidades especialmente dispuestas para ello,
el microcosmos sumerge su intemperie
a un estado de latente conciencia.

Es sabido
que cuando
los cuerpos de los anfibios se amalgaman,
su mucosa rodea al cosmos.

23 de febrero de 2008

Señor Pez:

No es costumbre mía sumarme al traqueteo del tránsito. Si viajo, sucede únicamente cuando un cosquilleo me prolifera en la garganta; como cuando se me almidona la impaciencia de tocarlo, y usted de escabulle en la tibieza de mis yemas.

Bifurcan escollos como alas.

Serpentea su párpado el sueño.

Su desliz me marca un tatuaje de azúcar al borde del lóbulo.

Navegamos esta linealidad burlando las posibles formas.

Su boca dibuja figuras atentas a nuestro quehacer.

Yo no logro incorporarme a esta sed camuflada en su verosímil. Más bien avizoro una multiplicidad que me oscila en el cuello, fijándose a la resistencia de nuestro escapulario.

22 de febrero de 2008

Me gustaría alguna vez

instaurar una nueva geografía en tu espalda
y que los peces que allí se mueven
establezcan sus cardúmenes en mi boca.

El agua nacarada incita al roce a fuego


Es un dolor intenso que se te cuela así, por los ojos; los brillantes ojos que miran detenidos algo redondo y esparcido en el resto del cuerpo, porque las manos son como aletas o alas de mariposas que sacuden bruscamente el mundo, y es similar a matar una polilla: el polvo gris coloreando el aire entra luego por la nariz para enquistarse en los cartílagos diminutos y la carne húmeda que rodea ambas fosas.

Inhalar y exhalar suponen acciones automáticas que sin embargo movilizan varios órganos internos, fundamentales para el desarrollo de este organismo ingrato y reacio a las retribuciones de afecto.

Cuando los gatos se lengüetean las patas, ese cosquilleo caliente hace tiritar involuntariamente los párpados, porque si de vez en cuando las pupilas se dilatan, se cierra gran parte de la intemperie que cubre las sombras danzantes entre una esquina y otra de los corazones penetrados por un celofán. No obstante, los felpudos felinos no han visto a los peces de colores cuyas branquias se cierran para no ahogarse en ese mar salado que es la sangre; y resbalan entre ellos y luchan escama contra escama superponiéndose secreta asperidad como el roce y la fisura carcomida en el nadar.

Una frente a otra, la lengua de los gatos humedece el pelaje escarlatino, que es como decir brillante o tejado o apareamiento, y ese rito los perpetúa majestuosos silabando, maullando como sólo ellos saben hacerlo en aquellas noches de estrellas o vuelo de libélulas.

Aúlla cuando observan los perros la luna. Es un dolor intenso que se te cuela por los huesos de las manos; esos pequeños átomos calcificados y agrupados en bloques que sostienen el lápiz y las auñas y arañan y tocan y aprietan y dejan partir, porque no existe adiós que no sea forzado; y eso los peces lo saben muy bien. Es ese maldito cariño el que cierra la boca llena de llagas para no mascullar el malogrado cuerpo prestado.

No se sabe del pez hembra hasta el desove; y la filosofía acuática es muy sabia: Los espermatozoides viajan a través del hidrógeno y el oxígeno, evitando el contacto sexual.
Por eso los peces no tienen nombre.

Los gatos de agosto copulan y cada cría pertenece a distinto padre. Está científicamente comprobado que todos se engendran en bolsas diminutas que los hacen flotar hasta el término de la gestación. (Los peces y gatos nadan).

Es un dolor intenso saber que los pies se arrugan en el agua; más aún cuando se naufraga en la acidez de un olvido que sube por el esófago y quema. Sevillano carnaval. Cuando estos animales disímiles se juntan, el reflejo los ciega como se oscurece un rayo en el cuerpo de la muñeca y pestañea.

Los nombres alivianan la melancolía pastosa de una canción escuchada a medias, porque el tiempo no alcanza o sobra cuando la carencia se ha grabado a fuego en los muslos blancos y el dolor. Por eso se escribe y se dice que duele; aunque los peces y los gatos jamás puedan comprenderlo; aunque continúen brillando en una pileta de manotazos, pues amar ciertamente es un suicidio demasiado extraño.

21 de febrero de 2008

(Duerme prófugo el remolino de un niño)


A las tres y cuarto de la mañana
me confundo al pensar
que edificamos un destino
ceñido a la curva de mi cintura.

Es que esta necesidad matinal
me abre a la obscenidad de un roce fortuito
que nos hunda como barriletes
en el cielo de los peces.

Bosqueja la noche
un movimiento empotrado
en las alas de tu desarme.

Añoro surcar
la generosa institución de tu espalda
y que la lengua nos mencione adjetivos
más allá de nuestras constelaciones.

A las tres y cuarto de la mañana
estamos manoseándonos en clave morse.

A las tres y cuarto
implosionan estrellas
que me escuecen el esófago
para fertilizarme las aberturas.

A las tres y cuarto
nuestras madres lanzan ecos
sosegadas por las artimañas del inconsciente.

No me digas que no soy un vicio
empapado en el coraje de tu culpa.

Entonces te haré el amor lentamente,
mientras estés despierta
y las gatas duerman.

Soy asidua a la sustancia de tu cuello.

Venero las benditas formas
con que te resistes
a declararme la independencia.

Nada mejor que hacer de ti
un espacio que me revela la incerteza.

Por eso mastico en tu ingle
agujas que me prohíben el olvido.

20 de febrero de 2008

.


Yo con tu nombre liaré mi espacio
tal como la boca nos pronuncia;
pues la nostalgia del fuego nos arde en el pretérito y la fuga.

Voy a enredarte de sudor el pelo
y que cada hebra nos manifieste
esbozos de misericordia
incrustados en el sutil afán de bestializarnos las falanges.

Este monosílabo cruje bajo las camas
como un fantasma descrito para copularnos.

Podríamos simular un abastecimiento
que nos colmara de episodios las arterias.

Sin embargo;
sin embargo.

El tiempo fuera

.
Las avispas
mastican
nuestra carne
embalsamada
.

Anestesia

Se habían empeñado en permanecer quietos, aunque a este lado de la trinchera sus voces no fueran más que balas que lentamente les cercenaban los cariños.

Romance de Agua


Era, pues, quizás, la humedad descrita en su zig zag
plagiando la instancia de borrarse una comisura;
nostalgia del borde
y el cuello
y el encadenamiento
a esa placidez
mermada por su presencia.