Las anfibias tienen los ojos aguados
como si la noche les corriera sobre los párpados
y su sinónimo estuviera encadenado a la metástasis.
Cuando sonríen,
cuando una leve margarita asoma
por un recodo de sus mejillas,
esa ausencia nocturna se les transforma en fortaleza
y ellas dicen sí.
Están corroídas por el miedo.
Tiemblan de sueño y de amor
pues saben que las palabras viciadas
son la mejor excusa
para evadir el ritual de encaramarse unas sobre otras,
y atravesar resbalosamente un muro
cobarde y ajeno
como el cuerpo de los peces.
19 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
Es una belleza la poesía que escribís. Felicitaciones.
Bibi
la tentación de la vida nos encubre. tras cualquier disfraz respira la inocencia y el vacío.
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